Quería comenzar un viaje de creatividad y aprendizaje, crear retratos de personajes fantásticos. Con formas simples pero elegantes, me propuse mejorar mi técnica con óleo. Originalmente, pensaba usar rodajas de madera como soporte, pero el destino me llevó a encontrar cinco pequeñas maderas de un viejo mueble. Así comenzó esta serie.
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Inspirado por el estilo lowbrow de artistas como Matt Dangler y Jesús Aguadome aventuré en este proyecto con una mezcla de emoción y curiosidad. Sabía que sería un desafío, pero estaba listo para enfrentarlo. Como autocrítica, algunos dirán que las poses de los monstruos son rígidas. Sin embargo, eso fue intencional, como si estuvieran posando para una antigua fotografía de larga exposición, donde la quietud es esencial.
Quería generar volumen en cuerpos peludos con óleo, y aunque al principio no logré exactamente lo que tenía en mente, el proceso fue una lección invaluable. La sensación de mucho pelo que buscaba no se materializó del todo, pero cada pincelada me enseñó algo nuevo sobre la textura y la profundidad.
Otro reto fue crear degradados del cielo, imitando diferentes momentos del día, como la puesta de sol y la noche. Cada cuadro se convirtió en una exploración de colores y emociones, llevando mi técnica a nuevos horizontes.
El primer cuadro fue una visión clara desde el principio; los demás surgieron de él. Es el único con partes sin pelo: los brazos y las piernas. Tiene un solo ojo y una vara en la mano izquierda. Elegir la punta de la vara fue un viaje en sí mismo, optando finalmente por algo simple pero elegante, inspirado en una letra del Codex Seraphinianus, un libro que me encanta.
El segundo cuadro muestra a un monstruo de cuerpo pequeño y cabeza enorme, con la expresión más seria de la serie. Decidí que cada uno tuviera un color diferente; el suyo es el rojo. Sus piernas y brazos son muy lánguidos, y parece imposible que con esas piernas pueda sostener la enorme cabeza. Sus gafas de media luna le dan un toque intelectual, contrastando con su aspecto general.
Cada cuadro de la serie tiene un ojo más que el anterior. El tercero, con tres ojos, es el más gordito, sin contar el último. Tiene un tentáculo en la cabeza del que sale una manzana de cajú. Su boca parece cilíndrica, rodeando su cabeza por detrás. Este fue el primer cuadro pintado en un ambiente nocturno, una nueva experiencia para mí.
El cuarto monstruo tiene un cuerpo que surge de un triángulo. Es el más inexpresivo de la serie, con un cielo de atardecer y un color verde predominante. Lleva un collar del que cuelga una guildfordia yoka, un caracol marino de los mares de Japón y Filipinas.
El último monstruo, de color azul, tiene un cuerpo esférico sin parte delantera o trasera; siempre te mira de frente. Sus cinco ojos le dan una visión de 360 grados y sus brackets rodean completamente su boca.
Cada cuadro de esta serie es una historia de superación personal y aprendizaje. Cada trazo y decisión fue un paso adelante en mi viaje como artista. No siempre conseguí lo que imaginaba, pero cada resultado me dejó una enseñanza y me impulsó a seguir creando. Esta serie no solo representa personajes fantásticos, sino también mi evolución y pasión por el arte.
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